No se lleva, se entiende pero no se le da valor, compartir lo material, lo que tengo… esto es poco.
En verdad que compartir es mucho mas profundo y lo material no es sino la última demostración, y aun así tal vez la más difícil porque nos cuesta desprendernos de lo que tenemos a no ser que sea para los más queridos.
Pero cuando se comparte en lo profundo, todo se impregna de esta sensación y esta voluntad tiñe con su color todas nuestras acciones.
Compartir es dar una parte al otro y recibir una parte del otro, curiosamente cuando esto se hace a nivel profundo se sorprenden de que pueda ocurrir, cuando en realidad es una parte esencial y natural de la nuestro corazón de nuestro espíritu.
Necesitamos dar lo que tenemos dentro y recibir lo que los otros tienen en su corazón pues es ahí donde están los verdaderos tesoros. Compartir es a veces deslumbrar a los demás, y es cierto pues lo que tenemos dentro ellos no lo tiene y es posible que te admiren pues desean tenerlo, paradójicamente no tiene sentido poseerlo sino que es necesario darlo, asi todo el círculo del dar y el recibir se completa cuando se comparte.
En verdad que hay quien comparte el alma misma, todo su espíritu ha salido de si para darse completamente, no guardarse nada sino darlo para ser recibido, aquel que es capaz de compartir es grande a los ojos del espíritu.
Aprender a compartir los momentos con los demás, vivirlos tranquilamente, relajarse dando momentos y situaciones en las que los demás disfruten, podemos vivir en el día a día el compartir, pues no es solo en lo magnifico y grande en lo que se manifiesta sino que como todas las cosas de Dios, está contenido en nuestra realidad más cercana para que podamos verlo, sentirlo y experimentarlo.
Doy gracias a Dios porque él quiere compartir conmigo su bien más precioso, su amor.
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